La palabra Alcachofa deriva del árabe: al’qarshuf (cardo pequeño). Deliciosa y fácil de cocinar, este producto típico de otoño tiene el mismo encanto que los típicos calçots, ya que consigue reunir junto a ella a toda la familia. ¿Quién no ha tenido en nuestra zona el placer de compartir las alcachofas con carne a la brasa en la casa de campo familiar? El fuego de una buena chimenea en otoño o invierno da a este manjar un sabor entrañable e inconfundible.
La de nosotros tenemos recuerdos imborrables de nuestra infancia y juventud rodeados de familia y amigos entre largas mesas con manteles de papel y vasos de plástico, patatas fritas y botellas de vino. Un placer que trasladamos de generación en generación, entre risas y anécdotas que quedan para siempre en la memoria.
De la Alcachofa no se come todo, sino solamente la parte más carnosa de la base y las hojas más tiernas, en caso de encontrar pelillos de color morado podríamos identificarlas como Alcachofas no muy frescas, ya que su recogida es cuando todavía no tienen esos filamentos muy crecidos.
De esta verdura se dice que se oxida pronto, pero en realidad lo que se produce es un cambio de color por su alto contenido en fenoles, ya que estos reaccionan con el oxígeno. Los fenoles son también los responsables de la sensación de asperosidad que provocan.
¿Podemos Congelar las Alcachofas?
Por supuesto que sí, pero debemos seguir el siguiente proceso:
1-Cortamos las puntas de las Alcachofas y hacemos ocho trozos de cada una, las ponemos en un bol con agua, cubitos de hielo y perejil para que no se pongan oscuras.
2- Ponemos agua en una olla y cuando arranque a hervir echamos las Alcachofas, apagamos el fuego y las dejamos cinco minutos.
3-Las ponemos a escurrir en un colador y seguidamente en un paño limpio para que absorba el agua.
4- Las metemos en bolsas de congelación.
Si seguimos este proceso podremos saborear esta verdura cuando nos apetezca y …¡Buen Provecho!
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